Ocurrió en una oportunidad en una tarde invierno cuando fui como espectador a ver un partido en el cual jugaba un amigo para los “Rayados”. Me pidió que vaya porque quizá, también ese día, fuese su retiro definitivo del fútbol, y ante los “Cruzados”, el clásico. Sabía que era un día doblemente complicado. Por un lado, una derrota, hasta incluso un empate, podía significar la pérdida de la categoría para mi amigo “Juan”; pero por otro, si su equipo ganaba meditaba la posibilidad de seguir con el vicio de la pelota.
Cuál de las dos finalmente pasó? La que contaba en primera instancia, claro. Pero no todo quedaría allí.
Como les contaba, fui a ver el partido de mi amigo al estadio. Comenzó muy aburrido. Los nervios se apoderaban de cada uno de los protagonistas de los equipos, de los pies a cabezas. Era un partido chato. Las situaciones de gol brillaban por su ausencia hasta que sobre el cierre del primer tiempo, Juan, marcó la apertura del marcador, y de cabeza. Qué más se le podía pedir, no? En el día de su posible retiro, marcar un gol y dejar a su equipo en la máxima división del fútbol era lo ideal.
Sin embargo, llegó el anochecer. De entrada, cuando en la jerga futbolera decimos que los equipos se están acomodando en la cancha, le empataron. Y otra vez a remar.
Pasaban los minutos y otra vez como al principio, todo se hizo cuesta arriba. Pero lo peor estaba por venir.
Corría el minuto 92, si, habían pasado dos minutos de los tres minutos más que dio el juez cuando un error de la defensa Rayada permitió que los Cruzados lo dieran vuelta y así, encima, gritar campeón. No había tiempo para más y 60 segundos después el árbitro hizo sonar el silbato decretando el final. Pero … en un abrir y cerrar de ojos el panorama que se vivía en la cancha se puso muy negro. La gente no toleró lo que estaba viendo y decidió “hacer justicia por manos propias”. No entendía que generando violencia se hacía más violencia, tanto dentro como fuera del terreno de juego.
Vi correr muchas cosas. Volaban cualquier cantidad de elementos contundentes y peligros. Palos por doquier, piedras que ni te cuento. Cualquier cosa que a esta gente se le cruzaba por el camino y sirva para tirar dentro del campo les caía como anillo al dedo. Y lograron su cometido, de entrar a la cancha a buscar su “suvenir” y reprocharles la actitud a los jugadores que a mí entender dejaron todo pero que por esas cosas del fútbol no fue así.
No había adjetivo que englobara todo lo que estaban captando mis ojos. Hacer un análisis resultaría tan largo como escribir una enciclopedia. Qué decir entonces es la cuestión. Se me viene rápido a la mente cómo la gente piensa que con la violencia va a ganar. Pero no es así. Ganará enemigos, querrá ser el mejor. Sin lugar a dudas, una cancha debe ser un lugar de encuentro para disfrutar de un espectáculo deportivo.
Temí por amigo. Traté de localizarlo para ver si estaba a salvo pero no lo vi. Me angustié y lloré por momentos para saber dónde estaba. A los pocos minutos recibo un mensaje, era él. Yo estaba al lado de su familia, eran como mis segundos padres. Nos dijo que estaba todo, que le arrancaron de las manos la última camiseta que le iba a obsequiar a su hijo. Pero que por fortuna él estaba más que bien. Tenía un piedrazo en el muslo, pero nada más. Quien la pasó peor fue el arquero. Lo corrieron por todos lados acusándolo que dejarse de hacer los goles. Nada que ver. Fueron los rivales quienes jugaron mejor y fueron justos ganadores. El “Pochi” sufrió un corte en la cabeza, le dieron algunos puntos y tuvo que ir al sanatorio por precaución nomás, y por fortuna le dieron el alta al instante.
Una vez transcurridas dos largas horas nos reencontramos con Juan en el estacionamiento. Cruzamos algunas palabras. Nos dio tranquilidad. Y nos confirmó que deja la actividad para dedicarse a la familia dado lo que le tocó vivir en la cancha. Hubiésemos preferido otro final, tanto para él como para su equipo. Pero lo más importante es que tiene gente alrededor a la cuál confiar. Ahora nos dijo que tratará de colaborar para que esto no suceda más como referente de los “Rayados” y le buscará la vuelta para que la familia vuelva a la cancha sin miedo.
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