domingo, 14 de agosto de 2011

Amigos de la no suerte


Esto me hace recordar a mi época de un cuasi barra brava. Qué palabra cuasi, no? Si me escuchara mi abuela me diría, nene! te parecés a mí, modernízate. Mírala! , dije asombrado.
Pero bueno. Sin embargo yo seguía en la mía. Estaba preocupado porque nunca había vivido una situación tan complicada en mis 30 años de vida, y vaya que hay situaciones más preocupantes que ver a un equipo de fútbol. Pero bueno, volvemos un tiempo antes y sólo los futboleros entienden esta situación inexplicable.
Sabía que no era un día más. Era de esos días que quería que no estén frente a mí pero lamentablemente los tenía.
Qué debía hacer? Me replanteé una y mil veces. Recordé mis épocas de futbolista de verdad cuando siempre me vestía de la misma manera para que me vaya bien, bah, de vez en cuando. Siempre usaba la misma vestimenta, por más rota que esté. Y no era el único. Obligué a mis amigos a que se pilcharan tal cual fuimos campeones y así nos mandamos a la cancha a ver a nuestro querido equipo.
En el trayecto al estadio compartimos anécdotas de los miles y miles de kilómetros que hicimos para alentar a nuestros jugadores. No podíamos creer que pase exactamente lo contrario. Pero bueno. Fue larguísima la previa hasta que llegamos a la cancha. Dejamos el auto y recorrimos las dos cuadras que nos separan hasta la puerta. Luego nos intranquilizamos y los nervios recorrían nuestras venas, y el corazón latía a más no poder.
Sin embargo, el partido se pasó volando. En lugar de 90 minutos parecía que se jugó la mitad. Y perdimos. Cabeza gacha nos retiramos. La ilusión por el subsuelo, si, leíste bien, más abajo no podía estar. Subimos al auto y a las pocas cuadras nos deshicimos de la ropa, esa que con tanto esfuerzo compramos con el trabajo nuestro de cada día. Ya no la queríamos ver, ni sentir, claro.
Fue muy duro todo esto, un momento inolvidable para mal. Justicia por el resultado, quizá. Ahora hay que replantearse unas cosas futboleras. Y por sobre todas las cosas, hay que replantearse una cábala nueva.

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